Diecinueve montañeros cruzábamos la frontera francesa para llevar a cabo la extraordinaria ruta que nos había preparado nuestro compañero Mariano para esta jornada.
Cielos encapotados que enseguida aclararían para dejar una mañana perfecta para caminar por entre los bosques de hayas que ya habían empezado a cambiar sus colores en amarillos y naranjas: un disfrute para los sentidos.
Poco a poco se iban alcanzando las metas para llegar al pequeño lago de Anglus y de allí, descenso hasta Forge d’Abel y sus quesos para dar por terminada la camita.
La comida, en el restaurante Ara de Canfranc, mereció nuestros aplausos: buena, bien presentada, abundante y muy bien servida. «Chapeau» (ya que veníamos de Francia).. Y todo ello en un gran ambiente que se forja en cada ocasión que nos reunimos. Más imágenes en este enlace.